jueves, 31 de marzo de 2011

¿quien es Samuel Robinson?




Comencemos diciendo que Samuel Robinson es el seudónimo de Simón Carreño Rodríguez, nacido en Caracas en 1771, de profesión maestro, preceptor por un tiempo del joven Simón Bolívar y prófugo de la justicia a partir de 1797 por estar implicado en la conspiración de Gual y España. Fue a partir de 1797 que adoptó el seudónimo y comienza una vida errante que lo lleva a visitar Jamaica, las Antillas, los Estados Unidos, Inglaterra. Entre 1803 y 1805 se reúne con Simón Bolívar en París y viajan juntos a Italia hasta que Bolívar regresa a Venezuela en 1806. No será sino hasta el año 1825 que se volverán a encontrar. Simón Rodríguez regresa a América ante la posibilidad de poner en práctica su modelo educativo. Modelo que a decir verdad nunca se concretó; es más Samuel Robinson fue incapaz de fundar de manera perdurable un plantel de educación; no obstante, influyó decisivamente en el pensamiento de quien estaría llamado a liberar cinco naciones. Resulta simpático y ayuda a entender el personaje, lo expresado por el Mariscal Sucre en una carta a Bolívar: “Considero a Don Samuel un hombre muy instruido, benéfico cual nadie, desinteresado hasta lo sumo y bueno por carácter y por sistema; pero lo considero también con una cabeza alborotada con ideas extravagantes, y con incapacidad para desempeñar el puesto que tiene bajo el plan que él dice y que no sé cual es; porque diferentes veces le he pedido que me traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar, para que me sirva de regla, y en ocho meses no lo ha podido presentar. Sólo en sus conversaciones dice hoy una cosa y mañana otra”.
No era fácil Samuel Robinson. Llegó a América decepcionado por el fracaso de la Revolución Francesa. Su pensamiento había evolucionado de un “rousseanismo” romántico y europeizante a una conciencia americana de transformación social. Se había vuelto más radical y lo expresaba en sus ideas: “Instruir no es Educar, ni la Instrucción puede ser equivalente de la Educación, aunque instruyendo se eduque. En prueba de que con acumular conocimientos, extraños al arte de vivir, nada se ha hecho para formar una conducta social, véanse los muchísimos sabios malcriados, que pueblan el país de las ciencias”. Añadía: “La Instrucción sería social, corporal, técnica y científica. La Educación, mental, moral, física y social. Las faltas, delitos, crímenes o atentados eran cometidos por ignorancia y la culpa era de la sociedad. De allí que se imponía reformar la sociedad, mediante la Educación y la Instrucción republicanas a cargo del Estado”.
En la consecución de sus objetivos, Simón Rodríguez se peleó con sus conciudadanos, fracasó en varias tentativas por aplicar sus reformas educativas, pasó por loco y por cínico, quedó en la miseria y llevó hasta su muerte, acaecida en 1854, en el pueblo de San Nicolás de Amotape, en el Ecuador, la vida de un hombre de la “ínfima clase”, es decir, de la plebe.
Cincuenta y cinco años más tarde, en 1909, Rómulo Gallegos sentenciaba: “Entre nosotros, si apenas se instruye, no se educa en absoluto”.
Noventa y cuatro años después, en 2003, podemos decir: “Hemos avanzado tan poco, que perdimos los últimos cien años. Es hora de recomenzar”.

(Para este artículo se consultó el libro Venezuela Independendiente, 1810-1960, Mariano Picón Salas, Augusto Mijares, Ramón Díaz-Sánchez, Eduardo Arcila Farías y Juan Liscano, Edición dedicada al Sesquicentenario de la Independencia de Venezuela, Fundación Eugenio Mendoza, Caracas 1962.)

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